Porque vas a hacer algo, están diciendo realmente, y me pregunto por qué tiene que haber una razón que justifique el salto, por qué no es suficiente el movimiento sin otra intención.
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Porque vas a hacer algo, están diciendo realmente, y me pregunto por qué tiene que haber una razón que justifique el salto, por qué no es suficiente el movimiento sin otra intención.
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El barrio es donde se hace por primera vez aquello que no vas a poder contar cuando llegues a casa
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Me recuerda a los prospectos de los medicamentos o a los mapas, que es imposible devolver a su estado original una vez los has usado. Pasa también con nosotros, con quiénes somos: cuando te enamoras o cuando discutes o cuando te dejas llevar por ciertos impulsos, y hablas y dices y anhelas sin control, es como si algo te alterase por dentro y fuera imposible volver a ser quien eras, y como el prospecto o el mapa, te conviertes en una versión con dobleces que no encajan del todo.
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Uno sabe que está en casa cuando no tiene que pensar porque ya sabe cuál es su sitio en el sofá; cuando conoce de memoria la distancia en pasos a oscuras del baño a la cama; cuando coge a la primera un tenedor sin abrir antes tres cajones y modula el agua caliente de la ducha sin pasar frío.
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¿Qué recordaremos de este viaje, qué archivaré y qué desecharé? Hace días que camino por Lisboa con esa cuenta atrás activada. Miro las cuestas de adoquines cuadrados, los bares dispuestos, las manos del tendero, la sed del acento portugués; trato de quedarme con ello como si pudiera tragar con la vista. Hago fotos a todo lo que me resulta familiar, disparo ráfagas como si fuera posible taponar la porosidad de la memoria.
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Acaso el texto no pasa por las manos de un editor, acaso un escritor no borra y corrige, no matiza el exceso de grasa de un párrafo para que no tenga arrugas ni manchas que estorben ante esa tendencia que todos tenemos a quedarnos prendados de las cosas bonitas.
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Vivir desde entonces ha sido esquivar significados, como si faltara algo más que la letra G en el teclado. Evitar nombrar, como el que evita discusiones por temor al golpe.
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Todo empieza ahí, en la dirección donde vives, un número y un nombre que funciona como un meridiano a partir del cual mides el tiempo.
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A veces creo que nos mira como si fuéramos parte del estado de sitio que padece su ciudad, pero en realidad todos somos consecuencia de la prosperidad mal entendida.
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El movimiento de un caballo te mete en un paréntesis en el que desaparecen las dinámicas automáticas del pensamiento y se activa un mecanismo preverbal, por eso surgió la idea a caballo y no en otro momento. Porque escribir no siempre es pensar, sino que, como montar, tiene que ver con una humilde cesión de nuestra autonomía, con un abandono físico de la conciencia aunque lleves las riendas. Tiene que ver con la fuerza que flota bajo los árboles haciendo latir el suelo y tú encima, como parte de esa huella, dejándote llevar.
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¿Cuántas novelas policíacas publicó Agatha Christie?