La sonrisa etrusca

No recuerdo un personaje que destile tanta dulzura en una historia como el viejo Roncone. Sampedro, además, da un triple salto mortal del que sale triunfador al presentarlo encarnado en un embrutecido señor antiguo que desecha un presente que no entiende para continuar reviviendo aquel pasado donde lo fue todo.

La voz omniscente es un eco del personaje principal, no se aprecia diferencia. Bien podría haberse escrito todo el relato en primera persona. Con la voz del que todo lo sabe, el autor, continúa elaborando las más bellas declaraciones de amor cuando Salvatore calla, quizá para no despertar a Brunettino.

Todo en la novela es verosímil y, además, útil. Es magistral la sencillez en el empleo de las palabras para construir metáforas, provocar sonrisas o compasión e incluso la recreación de la biografía de Salvatore que tan bien lo define en el presente... todo importa, al lector nada le es indiferente en esta novela.

Una obra redonda recomendada en especial a aquellos que se emocionen con el disfrute de la buena prosa.