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Crítica de Guille63


Guille63
18 March 2023
Buddy Glass, el segundo de los hermanos de esa familia prodigiosa de la que Salinger escribió en varias de sus obras sin llegar a crear la gran novela americana que podrían haber protagonizado, es el narrador de estas dos historias, el alter ego del autor, el que, tal como se sugiere en el segundo de los relatos aquí incluidos, escribiera algo así como “El guardián entre el centeno” en el que un adolescente vive con dolor la muerte prematura de un hermano. Aquí también hay un hermano en el centro de ambos relatos, vivo y a punto de casarse en la primera de las historias y muerto por suicidio a los pocos años de matrimonio en la segunda (y de cuya muerte también escribió en uno de los maravillosos nueve cuentos que lleva por título “Un día perfecto para el pez plátano”).

En ambos relatos, Seymour, que así se llama el hermano, se haya ausente: en el de su boda porque no se presenta, con el consiguiente cabreo de los familiares y amigos de la novia, y por razones obvias en el segundo. En ambos es considerado por Buddy como el gran genio de una familia que se caracteriza por la singularidad de todos sus miembros, y no solo por su trabajo como poeta sino por su propia vida, por su calidad como ser humano, por su espiritualidad, muy zen.

“… podría admitir probablemente que rara vez ha habido un momento en que no haya escrito sobre él, y si bajo amenaza de muerte tuviera que sentarme mañana a escribir un cuento sobre un dinosaurio, no me cabe duda de que sin quererlo daría a la gran bestia una o dos características que recordaran a Seymour…”

El primer relato es muy ágil, con divertidos diálogos en los que Buddy tiene que oír, sin delatar su parentesco, los improperios que se vierten contra su hermano dentro de un coche abarrotado durante una bochornosa mañana festiva. Conoceremos el por qué de la ausencia del novio en las páginas del diario que encuentra su hermano en el apartamento que ambos comparten y que, de paso, nos da una idea de su complicada personalidad matizando la idea que de él nos habían transmitido previamente tanto Buddy como sus parlanchines acompañantes de coche.

El segundo relato es muy diferente. Buddy, que está seleccionando poemas del hermano para su publicación, nos hace de él un retrato caótico a las maneras de un Thomas Bernhard amable, obsesionado y enamorado de su personaje. Seymour, como el protagonista más famoso de Salinger, Holden Caulfield, es un inadaptado que no soporta los convencionalismos, las hipocresías, los acuerdos a los que hay que llegar para una convivencia que acaba siendo deprimente por falsa. Un ser paradójico que parece no poder lidiar con la felicidad, que de chico descalabró a una niña por la simple razón de que verla le pareció hermosísimo, o que se creía una especie de paranoico al revés, “Sospecho que la gente conspira para hacerme feliz”.

“Seymour dijo en una oportunidad que todo lo que hacemos en la vida es ir de un pedazo de Tierra Santa a otro.”

Ambos relatos son conmovedores.
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