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Porque estoy muy harta de que a las mujeres nos digan cómo tenemos que vestirnos, a qué hora salir o entrar, qué beber o que se vea en la necesidad de pensar si el sitio al que quiere ir está oscuro, solitario o alejado de alguna población. Porque cualquier persona debería ser libre para hacer lo que dé la gana en el momento en que lo desee, sin pensar en las consecuencias va a tener eso es la mente de algún depravado que no sabe que lo que significa la palabra “No”. Siempre que he tenido un perro, es la primera palabra que aprende, para que no se coma ninguna cosa del suelo, por lo que me sorprende que si un cachorro de 6 meses puede entenderlo, un ser humano de más de 18 años no lo haga. El libro es corto, pero muy doloroso. Está escrito en primera persona desde el punto de vista de una chica que sufre una violación, en un parque que le da precisamente el nombre a la obra, que se sitúa en Brasil, pero que podría estar en cualquier ciudad de cualquier país, porque esta lacra la tenemos todos en mayor o menor medida. Es un poco caótico, pero supongo que no hay otra forma de contar todo esto. En forma de carta que la protagonista deja escrita a sus hijos para el futuro, le sirve para liberar ese secreto que debe estar corroyéndole las entrañas desde que se encontró en semejante situación. Por todo lo dicho anteriormente, esta es una lectura nada agradable, pero necesaria, para saber precisamente lo que debemos hacer y lo que no, tanto en caso de que algún familiar o amigo sufra algo semejante como si nos toca tratarlo como profesional, bien periodística, médica o policiacamente. No se puede pensar en tener el mismo protocolo que si se denunciara el robo de un reloj, me parece de lo más indignante. |
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