Esta herida llena de peces

La maestría con la que la autora trenza las visiones, los pensamientos, la exploración personal de diferentes temas como el arraigo, la maternidad, el territorio, la pertenencia, la denuncia social y política para entregarnos una historia cargada de reflexiones, de sonrisas, pero también de dolor matizado con un hermoso uso del lenguaje, hace de este libro una de las mejores experiencias lectoras que deja grabado en el pensamiento y la imaginación muchas de sus escenas y diálogos, a pesar de cerrar el libro no podemos bajarnos de esa lancha que recorre el río Atrato juntos con sus protagonistas.
Acompañar a una mujer blanca en un territorio negro, que lleva a su hijo negro en búsqueda de su madre negra, que es su madre biológica, la que busco defenderlo del mundo. Pero quien realmente lo ha salvado es esa mujer de piel demasiado clara para ese territorio que ahora recorre en lancha, llevando a ese pequeño que la reconoce como madre, en un viacrucis de juegos para matizar la realidad y de tormentos mentales que llegan de los recuerdos dolorosos mezclados con la incertidumbre de una perdida latente.
Es allí en esa lancha que recorre las oscuras aguas del río Atrato en el Quibdó, en la que nos convertimos en pasajeros y testigos, del dolor de un pueblo, del dolor de una mujer convertida en madre a la fuerza, del descubrimiento del mundo a través de los ojos de aquel niño, que, sin comprenderlo del todo, encuentra alegría en saber que tiene dos madres que logra juntar en una sola gracias a la belleza del lenguaje, MA-má.