Pedro Páramo

Desde Ulises de Joyce que no empapaba mi boina con el sudor de las letras.

Cierto que Rulfo es más asequible pero aun así la ecuación esfuerzo/recompensa desnivela mi balanza y con ella mi balance.

Las comparaciones son odiosas y de la obra de Márquez al cuento que nos ocupa media un abismo insalvable, rotundo.

La bruma a la que el autor somete al lector es un arma de doble filo:
por un lado te hace formar parte de esa densa niebla y desconcierto y justo por este exceso, en medio de la obra, desaparezco y en el reencuentro el triangulo se rompe.
Obra, autor y un servidor pierden la química y a romance roto, flores por muy bellas que luzcan, me llegan marchitas.

Es justo reconocer la excelente prosa del autor y el juego al que nos somete, saltos de espacio y tiempo, de vivos y muertos.
Eres un pecador más, el problema es que escapé de la fórmula, y del purgatorio.
El puzle del mexicano es tan rocambolesco que unos lo aman y otros se agotan.
Y sé que estoy hablando de todo un clásico, que carezco de argumentos para desmerecer el texto, que lo tiene todo...pero ni me rompe, ni me llega al alma.

No es un libro fácil, me he llegado a sentir más perdido que Julio Iglesias en el día del padre, teniendo que retroceder varias veces, cuando la solución estaba justo delante.

Casi me duele no comulgar con la novela, con la intención, narrativa y creatividad del autor, que insisto, se la reconozco pero no se mentir, y menos a mi mismo.

Creo que es casi de lectura obligatoria, pero la opinión debe ser libre.
Esta es la mía, al alto esfuerzo, no le secundó una alta recompensa.

Sinceramente, creo que al autor se le cayó el manuscrito al suelo y no se molestó en ordenarlo. No que quisiera aparentarlo, sino que lo hizo de verdad.