No oigo a los niños jugar

Alma es ingresada en una clínica psiquiátrica tras un intento de suicidio a raíz de un accidente de coche que le provocó grandes pérdidas. Allí convive con otros internos y con unos niños que solo ella puede ver.

Con esta llamativa premisa arranca la novela. Como lectora, esperaba encontrar una historia repleta de misterio e incluso momentos que me produjeran algún escalofrío. Las historias que se desarrollan en clínicas psiquiátricas han dado mucho de sí en el mundo de la literatura, por lo que mis expectativas eran bastante altas. Así que cuando empecé con esta lectura tenía muchísimas ganas de desentrañar cada uno de los capítulos.

No obstante, aunque la historia está bien construida y hay ciertos momentos interesantes, no consiguió atraparme tanto como deseaba. Parte con bastante potencial pero siento que la trama no termina de explotar, de producir un vuelco al corazón o despertar la adicción de quien lee.

Me gusta mucho la historia que esconde el edificio, creo que es el fuerte de la novela, pero me ha faltado algo en su conexión con el relato de Alma.

En definitiva, aunque no ha sido la lectura que esperaba no deja de ser una buena historia.