Pero era muy difícil recordar las palabras exactas. Parecían enredarse dentro de su cabeza. Se frotó los dedos a su espalda, respiró hondo y dijo en un francés bastante aceptable. –Cómo me alegra encontrarla así de horrible, tía Deliverance. Es usted extremadamente vulgar. Permítame ofrecerle algo de alfombra. |