"Christian Bobin: «Definitivamente no me gusta la cordura. Imita demasiado a la muerte. Prefiero la locura. No la que se padece, sino con la que se baila»." Habíamos leído este artefacto, esta personalísima aproximación a la locura y la creatividad a comienzos del verano en mi grupo de ensayo que tantas alegrías me da. Salvando alguna posible disminución de interés en su tramo final esta lectura es enriquecedora y gozosa en extremo: Rosa Montero conoce, comprende, es empática y es sabia. Aún cuando analiza una ingente de literatura científica y de testimonios de los más diversos e interesantes escritores, no le duelen prendas a aventurar una serie de conclusiones de un modo que conjuga la elegancia con el rigor, la pasión con la objetividad. Todos tenemos (en mayor o menor grado) un síndrome, una desviación, una dosis de lo que llamamos locura; el problema es cuando ese trastorno te impide llevar una vida plena y satisfactoria. El trastorno mental se abate sobre ti como el ave Roc desde las alturas, apresándote en sus garras y llevándote al extrañamiento, a la enajenación, a la Soledad. Esta pérdida de contacto con la más común realidad es a veces "la iluminación, el fulgor nocturno" que eclosiona en la inspiración, el entusiasmo de las musas y que da lugar a tantas y tantas obras de lo mejor que nos ha dado la humanidad. Nos enseña también a reconocer las señales, a reconocernos en los demás, a aguantar mecha: "si ves llegar un tornado arrasador, respira hondo y aguanta.", zarandeándonos como siempre con su ternura, su amistoso arrebato que convierte, en un más difícil todavía, en Belleza y perdurable Arte. Gracias como siempre, Rosa, por compartir tu incendio interior, tu momento oceánico, tu delirio con nosotros. |