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Cuando uno se enfrenta a una nueva historia de muertos vivientes la suele enfocar de dos maneras bien distintas. Hay ocasiones en las que se ilusiona con la idea de encontrarse con una tremenda historia apocalíptica en la que la raza humana es enemiga de sí misma y se tiene que enfrentar a unas criaturas implacables y devastadoras. Pero también hay otros caminos en los que lo que te encuentras es un espectáculo de pura diversión desenfrenada en la que las tripas, los mordiscos y todo tipo de animaladas te invitan a pasarlo bien sin pararte a analizar lo surrealista de la trama. Y claro, empiezas a leer esta novela y al poco tiempo comienzas a reírte. Y te ríes con una burrada tras otra, con situaciones desternillantes que solo puede entender aquellos que aman este tipo de novelas. Los personajes actúan siendo conocedores de toda la mitología zombie y se ríen de ella, juegan con ella y terminan por ser conscientes de donde están y lo que se esperan de ellos. Y a mi todo eso me gusta, porque no le pido más a una novela d este estilo que pasarlo bien leyendola. Y vamos que si lo pasas bien. Pero claro, no todo es bueno. La novela te exige a ti como lector que apagues tu cerebro y que vayas a lo que vayas. No hay aquí más trascendencia que la que tiene y eso termina lastrando el conjunto cerca del final en el que todo se resuelve de un modo ligero sin mayores pretensiones. Para los amantes del género falta esa guinda que aquí redondeara la historia, pero no termina de aparecer. Aun así te deja una cierta esperanza futura de que lo hará, pero el desenfreno final y la desesperación habitual de este tipo de historias se diluye entre buenas intenciones. En definitiva, este trabajo es pura, simple y necesaria diversión para todo aquel amante del género zombie. Si te gusta el género debes de leerla porque lo vas a pasar muy bien con esta historia porque...¿a quien no le hace gracia un zombie castizo? |
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