Se apoderó de sus labios, con firmeza y cierta brusquedad. Tal como Fiona sospechaba que sería. Impaciente, directo, sin titubeos, sin coqueteos inocentes. |
Se apoderó de sus labios, con firmeza y cierta brusquedad. Tal como Fiona sospechaba que sería. Impaciente, directo, sin titubeos, sin coqueteos inocentes. |
—¿Me lo dices otra vez? —¿Qué parte? —No seas idiota —contestó Fiona al tiempo que le daba unos golpecitos en el pecho con un puño. —Te quiero. |
—¡La madre que lo parió! —masculló, pero como estaba decidido a pillarlo por sorpresa, optó por imitar su tono alegre—. Ven, Tiburón, ven, cabroncete. Aquí, chico, ven, engendro del demonio... |
¿Cuál es el órgano que trasplantan a Cora?