Sueño de un mediodía de verano

Desde hace ya algunos años mi relación con la poesía está prácticamente congelada. Cansada de intentar encontrar significado en todo y olvidando el deleite de la ensoñación, abandoné la probeta del laboratorio poético para dejarme llevar por la aparente y menos intrincada narrativa.

Por eso me he sorprendido con esta pequeña obra del griego Yannis Ritsos. Porque, aunque no haya supuesto una plena reconciliación con lo lírico, sí que ha sido como un fugaz abrazo en el momento en el que menos pensabas que te haría falta.

Dulce y delicado, sutil, el lenguaje es un susurro de pájaro, flor y arbusto. Las imágenes son tan bellas como los paisajes moteados de Monet, donde el trazo es una danza armónica de viento, niñez y tímido comienzo de la época estival.

Al leerlo (independientemente de lo que signifiquen esas imágenes, sonidos y evocaciones construidas por Ritsos) tienes la sensación de que la palabra te acaricia la mente, sientes la suavidad del tacto, la respiración tranquila del libro. Como encontrar un mínimo consuelo en lo hostil de lo cotidiano, pero sin grandes aspavientos, con la sencillez de aquello que no pretende ser nada en concreto.

Se menciona en esta obra muchas veces la perspectiva de los niños, un nosotros infantil que se posiciona, como en un juego, frente a la seriedad adulta para mostrar lo amable del mundo en el paisaje del verano de la pureza.

¿Quién no atesora con cariño, pero también con melancolía, los recuerdos de ese tiempo indefinido? ¿Cuánto puede durar el estío para quien vive cada momento como un continuum de curiosidad y descubrimiento? ¿Cómo hemos podido olvidar y dejar atrás lo sensitivo, el ardor del sol en la piel, la viveza de la flor, el agua, la tierra? ¿Cuánto queda de ese sueño en nuestra realidad?

No necesariamente esta lectura se va a quedar a vivir en mi recuerdo, pero sí que puedo decir que mientras la leía la estaba viviendo, de alguna manera, aunque solo fuera en la imaginación, que es lo más cerca que podemos estar, a veces, de los largos y despejados días de nuestra inocencia.
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