En realidad no volamos; nos deslizamos como los azores. Cabalgamos el viento.
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En realidad no volamos; nos deslizamos como los azores. Cabalgamos el viento.
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Actuáis por la fuerza de la costumbre, hasta tal punto que os habéis olvidado de pensar. Estáis dispuestos a seguir ciegamente la tradición y no os importa quién salga perjudicado.
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Y de repente la rodeó la paz. La calma y la muerte. El viento dejó de soplar y la lluvia se detuvo. El mar dejó de ondularse salvajemente. Las propias nubes parecieron retroceder hasta encontrarse infinitamente lejos. La rodeó un silencio sobrecogedor, como si el tiempo se hubiera detenido para tomar aliento. |
¿En qué año se publica el primer tomo de esta saga?