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Crítica de MaiteMateos


MaiteMateos
16 April 2021
Siempre me había preguntado si En busca del tiempo perdido, novela catalogada como una de las grandes obras de la literatura del siglo XX, no estaba más que sobrevalorada. Hace unos años intenté leerla y no pasé de las primeras páginas del primer tomo de los siete que la componen, titulado Por el camino de Swann.
Lo cierto es que tras su publicación entre 1913 y 1927 acabó convirtiéndose en un texto muy bien valorado por la crítica y cabe preguntarse porqué.
Proust comenzó a escribir el primer tomo, Por el camino de Swann, en 1907 y lo publicó en 1913 por cuenta propia, pues el manuscrito fue rechazado por el sector editorial, aunque en 1919, tras la publicación del segundo tomo, A la sombra de las muchachas en flor, ganó el premio Goncourt, no sin cierta controversia…
La obra entera y cada uno de los tomos, posee una estructura circular en la que un yo narrador se visibiliza o invisibiliza constantemente, convirtiéndose en omnisciente según las necesidades narrativas. Es un yo narrador que se expresa a menudo en primera persona, a modo de monólogo.
Se suele definir En busca del tiempo perdido como un viaje iniciático de lo consciente a lo inconsciente, como un viaje al interior de uno mismo y como un análisis de las pasiones humanas; pasiones como el amor (entendido como una enfermedad u obsesión), los celos, la amistad, el egoísmo, la hipocresía, el cinismo, la vulgaridad, la marginación, la homosexualidad, la creación artística y literaria, la historia, el lenguaje…
Es una obra innovadora, escrita en una prosa poética densa, compleja, de ardua lectura, que deja atrás el estilo clásico de la novela realista para adentrarse en la experimentación narrativa, influenciado por el impresionismo estético y las teorías de Freud y el pensamiento de Henri Bergson y de John Ruskin, que condujeron a Proust a alejarse de la idea del tiempo en su concepción lineal clásica y explorar el tiempo psicológico, donde es la evocación constante lo que controla el ritmo de la historia y de la percepción de la realidad del protagonista.
En Por el camino de Swann aparecen principalmente escenas de la infancia y la adolescencia del propio autor-protagonista, entre ellas la conocidísima anécdota de la magdalena y la taza de té, símbolo del poder evocador de los sentidos, del poder que desata los recuerdos, esa memoria involuntaria que tanta repercusión ha tenido posteriormente en la literatura; lo que nos lleva a considerar esta novela como autobiográfica y psicológica al mismo tiempo, en la que se ahonda en el interior de los personajes a través de un lenguaje preciosista, culto, lleno de extensas frases subordinadas saturadas de metáforas, en las que algunos algunos de sus contemporáneos reconocían la misma manera de hablar del autor francés, con la misma cadencia lenta de su dolencia asmática, con un estilo tan recargado que puede conducir a un lector poco habituado al más puro hastío sino se mentaliza de que con mucha paciencia puede sumergirse en un mundo lleno de sensibilidad y algunas interesantes reflexiones. Así es como me he adentrado yo esta vez en la lectura de Por el camino de Swann, sintiendo una extraña combinación de fascinación y tedio que me han permitido llegar hasta el final.
Enlace: https://maitemateos.wordpres..
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