Cuando leí esta historia por primera vez, definitivamente me sentí mal por el gato. El pobre gato, tan leal y cariñoso que comete el único pecado de adorar a su dueño. Ese dueño que poco a poco va descendiendo en una espiral de locura y vicio por culpa del alcohol. Una vez dicho esto, los gatos no son mis animales favoritos, y después de leer esta historia, creo que bajaron como cinco escalones en popularidad. |