Seis personajes en busca de autor

Una sorpresa fue el largo prefacio que hace el autor a la obra. Es uno de esos detalles que me molestan en cualquier libro. Intenté saltármelo, leí un par de páginas y finalmente decidí iniciar una lectura atenta y pausada de él. Un error hubiese sido dejarlo de lado. Este texto además de introducir al lector a la obra también sienta las bases de algunas ideas que los personajes expondrán más adelante: la diferencia entre personaje y actor, la posibilidad o no de representar la realidad, la posibilidad de la comunicación verdadera, la naturaleza del teatro, el proceso creativo del autor, entre otros. Y algo más importante, nos presenta el perfil psicológico de cada uno de los personajes principales, estas seis personas que buscan a un autor para que escriba su historia. Este espacio también es aprovechado por Pirandello para justificar, de alguna manera, la estructura de la obra y sus razones. En efecto no es esta una obra dramática común, es lo que algunos llaman «metateatro», esto es, usar la obra misma para relatar los sucesos que se dan dentro del proceso mismo de montaje, una obra dentro de la obra.

Y es que en efecto la historia comienza con un grupo de teatro que está ensayando una comedia -detalle llamativo- del mismo Luigi Pirandello. En pleno ensayo aparecen seis personajes. El Padre, descrito como un hombre de cincuenta años cuyo carácter fluctúa entre lo melifluo y lo áspero; la Madre, de ojos bajos, rostro apagado y actitud desesperada, vistiendo de luto; una Niña y un Niño que van uno en cada mano de la madre, taciturnos, ella de corta edad, él de unos 14 años; la Hijastra, también de luto, bella, risueña al límite de la imprudencia; el Hijo, lejano, de mirada despreciativa y rencorosa. Estos se dirigen al director y le dicen que buscan un autor, entre la incomprensión y la sorpresa de este y la insistencia de aquellos, todos van adentrándose en la trágica historia de estos personajes.

Las acotaciones dejan clara la pretensión que tiene el autor de desarrollar la obra dentro de la obra, y además, de romper la cuarta pared, la que convencionalmente ha separado al público de la acción en escena. Aquí los personajes surgen entre los asistentes, se mueven entre ellos, no les representan algo como espectadores, les hacen partícipes de las vicisitudes de la creación y su materialización sobre las tablas. Cuando aparecen los seis personajes el autor nos ha prevenido en el prefacio cuáles son sus pretensiones y nos ha dado un esbozo de sus personalidades. No obstante estos datos, la historia impresiona al lector mientras avanza sobre ella. Las leves provocaciones que aparecen en el prefacio se desarrollan, se hacen realidad, con los personajes; por ejemplo, una idea que apenas menciona Pirandello sobre una especie de eterno retorno que opera sobre estos seis personajes, una inexorable condena.

Una gran obra, con grandes sorpresas para quien se anime a desenmarañar las verdades tras estos personajes.