El maestro de esgrima

Tardé muchos años en conectar con la forma de escribir de Pérez-Reverte, en mi juventud me parecía que iba de “muy sobrado” y ahora, que tras leer sus libros sobre perros que me han encantado, por fin lo había conseguido, he decidido desempolvar este libro que lleva en mis estanterías lo que parecen ser miles de años.
He debido de mejorar como lectora, porque no he notado ese lenguaje tan pedante que recordaba, pero me da mucha pena decir que no he conseguido meterme en la trama, ni identificarme con alguno de los personajes y, por supuesto, me la traen al pairo las clases de esgrima, que ocupan buena parte de los capítulos. Son poco más de 200 páginas que me han costado días, me ha parecido muy lento y pesado, sólo me he llegado a enganchar en la última parte.
Tanto don Jaime como Adela me parecen de lo más sosos. Si de algo me ha servido es para darme cuenta de que todavía tengo mucho que crecer como lectora y también, lo más importante, dejar un hueco en la repisa de “libros sin leer”. Yo no volvería a leerlo, pero si os gusta este arte y sois capaces (al contrario que yo) de diferenciar una espada de un florete, os diré: adelante con él.