El árbol de las cerezas

Algunas noticias deberían darlas siempre teniendo un gato al que abrazar.

Porque sabe que lo esencial para mí es encontrar al menos un amigo de verdad, y cuando tu hija de diez años encuentra un amigo de verdad en la oscuridad creo que tienes que estar contenta a la fuerza.

Quien tiene miedo no vive, quien tiene miedo no vive… No estoy segura de entender la historia del gato del escriba, pero es bonita y me hace daño, como la música de Filippo.

En la noche de mis ojos todo es gris oscuro y silencioso como una nube llena de lluvia.

La oscuridad ha llegado, y yo solo quiero trepar al cerezo. Ya no me importa la distancia que hay entre mi árbol y yo.

Y, tal vez, si reúno el valor suficiente también le diré «Te amo» para que no se vaya nunca.

Por lo que yo sé, «Te quiero» se les dice a los padres, a los parientes, a los amigos y a los animales, pero entre novios se dice «Te amo», salvo en Norteamérica y en todos los sitios donde se habla inglés, que se dice ailoviu a todo el mundo.

Mientras, los mayores hablan, y yo finjo que no estoy escuchando. Son muchas las cosas que tengo que fingir desde mi cumpleaños de dos cifras: que la luz está encendida, que no estoy llorando, que no estoy escuchando… Y más adelante, de mayor, tendré que fingir que no estoy hablando de una persona que está justo ahí, como hacen ahora papá y mamá.

Es extraño, pensaba que en la oscuridad todo era negro y ya está. Pero no, a las madres se las ve incluso en la oscuridad más oscura. Igual ven en la oscuridad, como los gatos. Para encontrar a sus hijos en peligro. Pero, si fuera así, entonces yo también podría ser madre.

(…) porque cuando te enamoras no es que veas mejor, pero te da menos miedo chocarte.