Tenía ganas de leer algo de esta autora y, como tenía entendido que este libro trataba de una especie de Elizabeth Bathory española, quise empezar por él. Y la verdad, me ha gustado. Sobre todo me lo he pasado muy bien con las partes de Torcuato (lo que me he reído con sus pensamientos y diálogos). Las partes de Imperatrice son las que aportan ese toque de horror y turbiedad, pero al ser más delirantes te deja con la duda de si algunas de las cosas que cuenta ocurren en realidad o son fruto de una mente enferma. En cualquier caso, la dinámica de alternar entre estos dos personajes me ha encantado; y sus interacciones, más. El final está atado, aunque sea con hilo fino, y es satisfactorio, aunque tampoco lo llamaría redondo. Hay varias cosas que se dejan intuir, líneas que se abren a lo largo del libro, pero que quedan sin broche final claro. Para mí, los puntos fuertes del libro son: por un lado, la narración florida (en el buen sentido), el uso de vocabulario específico y no usado en la actualidad (lo que aporta mucho a la ambientación), y comparaciones bellísimas (o siniestras, muy bien escogidas). Por otro, ese humor negro subyacente, a veces más directo que otras, pero que me ha hecho reír más de una vez (sobre todo en los diálogos), y ha hecho que la lectura sea ágil e interesante. En resumen, un libro que he disfrutado y que se me ha pasado en un suspiro. Es breve, horrible y jocoso a la vez. Muy entretenido. |