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Estamos en 1942, en el ghetto de Varsovia. Heyman era profesor de ética en la universidad de Leipzig hasta que los nazis lo encierran en el ghetto junto a miles de personas (judías) más. Él dedica sus días a sentarse frente al muro y esperar ¿a quién, a qué, el qué? Él espera y mientras tanto interactúa con apenas cuatro personajes más que aparecerán en busca de una resolución para sus dilemas. Resoluciones que el profesor no tiene. Dice el prólogo de este libro que no encontraremos aquí respuestas, solo dilemas, y yo estoy de acuerdo en parte porque a pesar de ser cierto, sí que hay en esta obra un gran mensaje que al final podría ser la respuesta para todo. Como ya he dicho se ambienta en el Holocausto, pero podemos trasladarlo a cualquier situación en la que algunos son sacrificados mientras otros son los sacrificadores y más aún miran hacia otro lado porque "no nos afecta en nada". Seguro que, si pensamos un par de minutos, se nos ocurren decenas de casos actuales que reúnan estos requisitos. Es éste un libro escrito no solo para recordar, para que no se nos olvide lo que pasó, sino también un recordatorio de que en cualquier momento todos podemos llegar a ser los 'otros' desde el punto se vista de otros Otros. Es un libro muy emotivo y profundo que, a pesar de ser teatro, se lee como si fuera una pequeña novela y sientes que estás sentada en un patio de butacas viendo la representación. La escena final me impactó muchísimo. No cuenta en ella nada que no sepamos, no se podía esperar otra cosa, pero es el broche perfecto para una obra de por sí ya redonda. Un canto a la resistencia, a la empatía, a la lucha activa y a que dejemos de sentir que mientras no nos afecte no podemos hacer nada, porque siempre nos afecta aunque no seamos capaces de verlo. Un libro que nos habla de la importancia de tener libertad para decidir y sobre la necesidad de no perder la humanidad, lo que nos hace humanos. |
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