Se lee para vivir tanto como para evitar vivir; se lee para saber qué es vivir y cómo vivir, se lee para escapar de la vida e imaginar una vida posible.
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Se lee para vivir tanto como para evitar vivir; se lee para saber qué es vivir y cómo vivir, se lee para escapar de la vida e imaginar una vida posible.
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No hay lector verdadero que no haya sido un lector precoz. La precocidad, aquí, no es un accidente singular sino un elemento esencial, también singular pero constitutivo, que más que caracterizar una práctica la determina por completo. Se empieza a leer antes de ser capaz de hacerlo, siempre.
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Es la lectura, no el lector, la que ejerce la acción de leer, y la ejerce sobre el lector, que pasa de sujeto a objeto… leemos el libro tanto como el libro nos lee a nosotros.
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Como agua para chocolate