El barbero de Treblinka

«La verdad la construyen los vencedores sobre la marcha y a su entera conveniencia. Y la memoria es una sustancia más maleable y más fácil de manipular que el fango. Seguir viviendo es la única deuda que contrae el superviviente. Cada judío que siga respirando será una pequeña victoria sobre el nazismo».

Se cumplía a principio de mes los cinco años de mi reseña de la primera novela de Santi Osakar, La Estrella de Samarcanda (Alrevés, 2013), una novela que me sorprendió gratamente y más siendo un debut literario.
El barbero de Treblinka es la segunda novela del autor y han pasado cinco años entre ellas, pero Santi sigue con las mismas ganas de poner su granito de arena en la novela histórica y en este caso también se podría añadir la etiqueta de testimonio.

«La libertad no era más que un término inidentificable para él, un conjunto de letras a las que ni ordenadas se les podía conferir un sentido. La soledad, por el contrario, era una aspiración factible incluso dentro de los límites del campo».

Como indica el título, el protagonista de la novela es un barbero judío del gueto de Varsovia que intenta salvar la vida en uno de los campos de exterminio nazi más terroríficos: Treblinka.
Y es que en Treblinka, a diferencia de otros campos de exterminio como Auschwitz, no había barracones para alojar a los prisioneros, pues los judíos llegados al campo eran asesinados directamente. Debido a ello, ha sido difícil llevar el registro de las víctimas, pero se calcula que casi un millón de personas fueron asesinadas.
La esperanza de vida en Treblinka era de aproximadamente una hora y media.
Los que más vivían eran los judíos que formaban parte de las brigadas de limpieza que ayudaban a los nazi a no dejar rastro del Holocausto.

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