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Crítica de Ros


Ros
24 May 2023
A pesar de ser un libro escalofriante, muy crudo y brutal también es poderoso, magnífico y potente.

El autor Miguel ángel Oeste ha realizado con valentía y gran verdad , un magnífico relato de supervivencia que percibimos en cada página. Lo vivimos, a pesar de la dureza, y no podemos dejar de leer ni una sola línea.

Lo que sí me ha pasado a mí, es que, a veces lo dejaba , para retomarlo después de pasar horas o incluso algún día. Y es que ese miedo que asoma en cada página, nos paraliza y la historia que tan realmente nos descubre, sobre su familia, una familia monstruosa, nos invade.

Pero hay que leerlo, y es que es un retrato desgarrador, estremecedor y tan impactante que solamente con la primera frase que inicia el libro, te quedas absolutamente desconcertada y conmocionada.
Porque es una frase que se repite muchísimas veces y es que el narrador quiere matar a su padre.

Pero, y de su madre, ¿Qué nos cuenta?

En el primer capítulo , también vamos a asistir a la noticia de la muerte de su madre, a su descripción de cómo acabó, siendo, una mujer que había sido bella y terminó desfigurada y loca.

Sin embargo, el autor, sobre todo, escribirá sobre su padre, un padre que nunca ejerció de padre sino de verdugo, y su pretensión y deseo es llegar a saber, a averiguar a sus treinta y muchos años, si el miedo, su miedo paralizante, puede desaparecer cuando escriba y hable sobre ello.

Será difícil, y el libro se detiene, lo deja, lo retoma y lo deja de nuevo. aunque a pesar de todos los temores y las paradas, al final lo acabará, aunque como él mismo nos indica en el apartado final titulado muy certeramente, Abrir y cerrar puertas, un libro nunca acaba, un libro jamás se cierra del todo, aunque sí, nos dice, le funciona como un refugio en el que se siente protegido.

El libro no contempla una exposición abierta mostrando un victimismo clásico, sino que por el contrario, va contando experiencias y las cuenta solamente como él las sintió y las vivió, alejándose todo lo posible del concepto víctima.

No levanta el autor la persiana que nos mostraría un escaparate en el que repartir culpas a todos aquellos, que en algún momento, miraron a otro lado, sin compasión, a todos aquellos Pilatos que se lavaron las manos.

Y todo ello así narrado, también es una demostración de dominio literario y de gran capacidad artística.

Y además, también logra ser un gran relato que nos refleja la sociedad de su tiempo, de una época y de su generación, cuando el silencio se imponía ante los abusos, que siempre quedaban ocultos.

Un niño, un hijo abusado, maltratado, desvalorizado por un padre, se convierte en huérfano, en un hijo sin padre mucho antes de que el padre muera, de que emprenda la fuga de la paternidad responsable y protectora, que es lo que se añade a los valores que lo definen, amor incondicional, cuidados, protección frente a cualquier intemperie, confianza en el potencial de ese niño, de ese hijo.

Un padre debe ser capaz de proyectar una vida mejor, más libre, plena y justa para su vástago.
El hijo es una promesa que el padre hace al futuro, al que le entregará pasados unos años, a un joven, a un hombre lleno de sentido, al que él habrá contribuido a educar en lo que todos sabemos que son valores éticos y morales que hay que aprender desde la infancia, que hay que integrar en el ser pronto, muy pronto.

El padre, el progenitor tiene la obligación de mejorar el mundo que habrá de acoger a su hijo en el futuro.
Así hemos ido enumerando características y funciones que el padre de este hijo nunca asumió.

El padre, el progenitor huido, fugado de sus obligaciones es un padre malvado, desconsiderado, es el padre bestia abandonando al hijo en el presente y en el futuro.

Un padre que deforma la paternidad no puede ser más que un sujeto a demoler.

Los sentimientos empáticos, los sentimientos filiales, el amor y respeto de un hijo hacia su padre muere cuando la bestia los atropella.

El hijo, este hijo, el que es narrado y explicado en esta gran novela aumenta su rabia callada, su impotencia lo paraliza, lo frena, pero su resquemor aumenta sin pausa, sin poder detenerse.

Los deseos naturales del joven se han escabullido entre gritos, palizas y vejaciones.

Un deseo ancestral que clama por la supervivencia, estalla en el interior del hijo que ya solo dispone de una propuesta que ofrecer a su vida, en el joven de esta novela, ya solo subsiste un deseo, que se muera, que se muera mi padre.

La redención siempre es posible, ese milagro inusitadamente y a menudo, se nos acerca para salvarnos. El milagro de la resurrección también es humano.
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