Una cuestión personal

Teniendo en cuenta su sinopsis, no es este el mejor libro para contaros que este #marzoasiatico me está dando grandes alegrías, pero qué le vamos a hacer, es la pura realidad. “Una cuestión personal” cuenta una historia trágica, muy trágica, y lo hace sin paños calientes: esta no es precisamente una lectura cómoda y las emociones que os va a provocar no van a ser nada agradables.

Tampoco os va a caer demasiado bien el protagonista. Bird es un hombre egoísta, cobarde, infiel, borracho, misógino, mentiroso y pusilánime. Pero la disyuntiva en que se ve envuelto es tan poderosa que es imposible no sentir compasión por él (a su mujer se le oculta la verdad mientras se recupera en el hospital). El libro propone un dilema moral aberrante, y en un primer momento puedes sentirte asqueada ante ese doctor que propone dejar morir a “esa cosa”. Pero, a la vez, no puedes evitar ponerte en el lugar de ese padre que no puede dormir ante la idea de pasar el resto de su vida cuidando de un vegetal.

La novela no escatima en escenas sexuales gráficas, lo que me sorprendió dado que fue escrita en los 60 en Japón. Y en este punto me gustaría dedicar un pequeño espacio a homenajear a Himiko, la amante de Bird: una mujer independiente, liberada y fuerte, cuyas peculiares teorías sobre la vida y el universo me parecieron muy refrescantes. La resolución que se le da a su trama me encantó.

En resumen, “Una cuestión personal” nos habla de lo despiadada que puede ser la vida a veces, pero también abre un halo de esperanza. Kenzaburo Oé basa el libro en su propia experiencia, ya que tuvo un bebé con hidrocefalia y autismo, y los médicos le pusieron en la misma encrucijada que Bird. Kenzaburo y su esposa optaron por salvar a su hijo, quien creció hasta convertirse en un compositor musical; aparte de en el centro de la obra del Nobel japonés, según sus propias palabras.

Una lectura inolvidable.