Violación. Una historia de amor

La cosa ya empezó regulera. Cada página parecía querer ir denunciando todos los clichés casposos que existen acerca de la “responsabilidad” que tienen las mujeres en su propia violación. Ya saben:

“Esa mujer, pero ¿qué esperaba? Lo estaba pidiendo a gritos, esa buscona. Vestida como una guarra. Es su palabra contra la de ellos. ¡Vaya usted a saber lo que pasó en ese parque en plena noche!”

Después me reconcilié algo con la autora cuando empecé a ver que no se centraba morbosamente en el acto de la violación y sí en las consecuencias, en la angustia de las víctimas y el ambiente que se crea alrededor de ellas en una población pequeña en la que todos se conocen y donde tienen que seguir viviendo topándose a cada paso con amigos, vecinos, primos o hermanos de los violadores, donde la prensa se ceba en el escándalo y en infundir sospechas manipulando a la opinión pública, donde la justicia puede depender de la habilidad de un abogado sin escrúpulos y la ideología trasnochada de un juez. En este momento la narración te atrapa por la rabia, por la indignación, por la incertidumbre en el resultado de la justicia, aunque en ningún caso pueda ya compensar el daño hecho a las víctimas.

La narración es muy corta, muy telegráfica, no entra en el análisis de caracteres, de circunstancias, de motivos, aunque sí es muy eficaz en provocar la irritación del lector para, y esto es lo que me ha indignado y la razón de que solo le dé un par de estrellas, darle a continuación la peor de las satisfacciones, justificando lo injustificable, por muy deseable que sea a nivel individual.