Qué bonita es la inocencia. Ojalá quedarnos para siempre en esa etapa de la vida en la que en la que ir al cole es divertido y jugar con tus amigos puede convertirse en la Tercera Guerra Mundial. Y el primer amor, que gran descubrimiento, ¿verdad? Y no hablo solo de amar a una persona. Me refiero a enamorarnos por primera vez de cualquier cosa: el aroma de una flor, un libro, un juego, los paseos matutinos, etc. Es una sensación maravillosa cuando hacemos algo por primera vez y nos embriaga una sensación de paz y tranquilidad, aunque no siempre esa sensación perdura en el tiempo, ¿verdad? De eso nos hablo Nothomb en este libro, de los primeros amores, de cuando somos niños y empezamos a descubrir el mundo que nos rodea, a encantarnos y desencantarnos, a ser felices y a sufrir, a sentirnos incomprendidos y entusiasmados al mismo tiempo. A través de su yo de 7 años, la autora nos guía por los entresijos de su infancia y sus experiencias vividas, nos transporta a la época en la que éramos inocentes, en la que nos creíamos dioses y en la que empezábamos a descubrir que había vida más allá de nosotros. Este libro es toda una oda al primer amor, al descubrimiento de nuevas emociones y sobre todo a la evolución de estas a través del tiempo y de como pueden convertirse en algo totalmente distinto a lo que nos supuso en un primer momento. El libro cuenta también con una fuerte crítica al período de postguerra de la Segunda Guerra Mundial y sobre todo al comunismo, pero desde el punto de vista de una niña, que le da ese toque de ingenuidad pero que a su vez transmite de manera sencilla, directa y precisa, la realidad social que está viviendo en ese momento. Un libro que me ha quitado ese sabor amargo que me dejó “Higiene del asesino” y que ha conseguido que vuelva a enamorarme de la prosa de Nothomb y de su manera tan peculiar de contar las cosas. |