Leí esta "obra" con mucha pereza para ayudar a mi hija, pues no conseguía entenderla. De poco sirvió. Yo tampoco. No es un problema de bajas capacidades. Nada tengo en contra de que cada cual decida juntar sus escritos, por muy intimistas que sean, maquetarlos, darles forma, ponerle unas tapas y convertirlo en un libro. Más distinto es, hacerlo público y pretender que se venda, porque quien lo compra es un lector, y este, lo mínimo que espera es comprenderlo. El tiempo dormido es un conjunto de relatos, poemas y vivencias de buena y cuidada prosa pero muy mal escrito. Y me explico. Todo cuanto acontece en sus página, se encuentra en un lenguaje ambiguo. Seguramente en sus palabras se halle una desnudez que la autora muestra a tumba abierta, pero que la esconde en una densa niebla, carente de sentido para todo mísero mortal. Quiero pensar, me esfuerzo en ello, que su intención se acerca a querer gritarle al mundo lo que en su alma pesa, pero que solo ella tenga acceso a la traducción de sus jeroglíficos. La otra opción es aún peor, y se trata de escribir por escribir, palabras que suenen bien, pero que ni siquiera para ella tengan sentido. Yo, no lo aseguro, y tampoco lo descarto. Esta antología se divide en dos partes: Por un lado, Noland recopila aquellos escritos surgidos en pleno confinamiento. Por otro, sus vivencias en Durango. Es en esta sección donde sí podemos intuir algo de lo que por la mente y el corazón de la autora sucede. El libro contiene ilustraciones sacadas de Internet con mejor o peor gusto, y dejadas caer en blanco y negro en un alarde de creatividad, que para variar, tampoco comprendo. En definitiva, tengo la triste sensación de que El tiempo dormido, es un decorado para uso y disfrute de la propia autora, y de nadie más. Es tanta la distancia que nos separa, que no me nace ni el chiste. Sencillamente no puedo entender a quien no se deja. + Leer más |