1795

Esperaba como agua de mayo la publicación de este noir histórico que pone fin a la trilogía sobre el Estocolmo de finales del siglo XVIII. Una novela en la que me costó sumergirme al principio porque apenas recordaba nada de lo ocurrido en “1794”, tan solo algo de sus míticos y sufridos protagonistas y del terrible acontecimiento con el que se cerró la historia. Será en este mismo punto donde se va a iniciar “1795”, de ahí que sea absolutamente necesario haber leído, como mínimo, la anterior entrega. de este modo podremos entender el trasfondo de esta trilogía y que todo cobre sentido para el lector.
Poco puedo contar sobre su argumento sin arriesgarme a soltar algún spoiler, tan solo deciros que tras el incendio de un orfanato, una terrible tragedia que ha acabado con la vida de un centenar de niños, Anna Stina Knapp y Tycho Ceton están en paradero desconocido, mientras que Mickel Cardell y Emil Winge, nuestros dos abnegados investigadores, intentan localizarlos por distintos motivos. Todo esto mientras el infierno se cierne imparable sobre la bulliciosa ciudad de Estocolmo, que se encuentra sumergida en las procelosas aguas de guerras intestinas por el poder...
Una novela cuyo tema principal sobre el que pivota todo su argumento es el de la culpa y que, al igual que ya ocurriera en las anteriores entregas, se articula en cuatro grandes bloques, cada uno de ellos con sus respectivos capítulos de corta extensión. Bajo la batuta de un narrador omnisciente, que posiciona el foco de atención sobre cada uno de sus personajes, el autor ha conseguido tejer un oscuro tapiz que traslada al lector hasta las profundidades más miserables de una sociedad sueca depravada y libertina entre las clases más altas. Con unas descripciones vívidas de los ambientes, tan realistas y duras como en anteriores entregas, se pone de relieve la corrupción del poder y la perversión de la naturaleza humana en sus múltiples facetas. Una época gris y pobre en medio de una resaca política donde el café y los coloridos ropajes están prohibidos, y el mal, las enfermedades, el crimen y la violencia acechan en cada esquina.
Acompañaremos a sus protagonistas en su lucha diaria por la supervivencia en una época marcada por la incertidumbre. Thycon Ceton está escondido, cual conejo en su madriguera huyendo de sus depredadores, pero maquinando nuevas maldades para ponerlas en práctica ante la hermandad secreta de Los Euménides; Cardell, desfigurado más si cabe y ahogado en un sentimiento de culpa que le corroe el alma, necesita la redención y se ha impuesto como únicos objetivos encontrar a Anna Stina, desaparecida tras el devastador incendio de la inclusa, y localizar al responsable de esta masacre. Para ello contará con la inestimable ayuda de Emil Winge, el hermano de nuestro querido Cecil. La ciudad de Estocolmo, pérfida como Sodoma y Gomorra, se convierte en un personaje verdaderamente relevante de esta trilogía. Un lugar decadente, sucio y maloliente, de sinuosos callejones y lúgubres barrios, donde los más vulnerables, mujeres, mendigos y vagabundos de toda laya, mantienen una lucha diaria por la supervivencia, malviviendo en condiciones insalubres, hacinados en un hábitat despiadado, un estercolero que apesta a sangre, orina y vómitos. Es como si la podredumbre tomara cuerpo en la ciudad entre puentes y sus habitantes.
He finalizado su lectura con sentimientos encontrados, no la he disfrutado tanto como las anteriores novelas. Me ha gustado el estilo narrativo del autor, pero había momentos en que la historia se estancaba, parecía no avanzar y le faltaba una buena dosis de acción. No sé, quizás haya sido culpa de mis circunstancias personales o que no me encontraba en mi mejor momento lector. Con ello no digo que la historia sea mala, pero merece la pena leerla aunque me ha parecido la más floja de las tres entregas.
Sintetizando: “1795” es un noir histórico con el que se cierra una trilogía que tiene como escenario la bulliciosa ciudad de Estocolmo de finales del siglo XVII, en una época caótica de cambios, marcada por la incertidumbre y la desesperanza. Leer esta novela sin haberse adentrado en sus dos predecesoras no tiene sentido porque están estrechamente relacionadas, por eso os animo a que leáis la trilogía completa. Hacedme caso, no os arrepentiréis.

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