El gato que amaba los libros

Puedo decir que este es el típico libro que me ganó por la imagen de cubierta (a pesar de llevar el sello de Best seller internacional, que ya sabemos que este tipo de libros hay que cogerlos con pinzas).

Nos encontramos en una pequeña librería de barrio en Japón, la típica que no tiene muchos visitantes pero los que la conocen son fieles clientes. El joven Rintaro se ha quedado al cargo tras morir su abuelo, pero él no es más que un hikikomori al que no se le dan bien las relaciones sociales y cuya única afición es leer. A pesar de ello, dos compañeros de instituto le visitan frecuentemente, el típico chico popular pero que misteriosamente es amante de los libros y la delegada de su clase, que terminará por aficionarse también a la lectura.

Pocos días después de la muerte de su abuelo, llega a la librería un gato cuya característica más relevante es que habla. Tora (como se llama el gato) solicita su ayuda para resolver cuatro laberintos, que en realidad son encuentros que pondrán a prueba el amor a la lectura de Rintaro. Así tendrá que enfrentarse a un hombre que reduce a la mínima expresión los libros para leer cuantos más mejor, otro que vive encerrado leyendo siempre cosas nuevas y no es capaz de releer libros, un tercero que produce libros como churros con el simple afán de vender, etc. En este proceso Rintaro será consciente de su amor por los libros y ello le dará una valentía que no creía tener.

No ha sido una lectura pesada, pero tampoco es como para tirar cohetes. Estos libros que te van llevando de la mano hasta la conclusión que quieren que llegue al lector me dan un poco de rabia, pero tampoco quiero pecar de listilla o alternativa; simplemente he leído cosas mejores.