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Crítica de Guille63


Guille63
09 May 2023
La obra se divide en dos partes. La primera consta de diez relatos de desigual resultado. La segunda son cuatro textos autobiográficos (“Creo que es lo primero y lo último — y lo más íntimo — de cuanto tengo que decir sobre mi propia vida”).

Los primeros cinco mantienen la excepcional calidad con la que la autora me tiene tan mal acostumbrado.

Una mujer abandona su confortable vida de casada por un hombre con el que apenas compartió unas horas en una fiesta, tiempo suficiente para que naciera en ella una “obsesión inútil, extenuante y estúpida” (“Sus comentarios parecían inteligentes pero eso a ella no le importaba”, de “Llegar a Japón”); una profesora se pliega de una forma desconcertante al comportamiento frío y autoritario de su jefe, el médico de una clínica de tuberculosos, con el que tiene su primera experiencia sentimental y sexual (“Mi pasión quizá fuera una sorpresa para ambos. La imaginación resultó ser, a fin de cuentas, una escuela tan buena como la experiencia”, de “Amundsen”); una joven nacida y criada en la más estricta ortodoxia religiosa abandona el hogar por un saxofonista, no será la única vez que sorprenda con su comportamiento (“Voy tirando, pero a veces las cosas me pesan. Sobre todo a la hora de la cena. Ahí es cuando me siento rara… me refiero a estar sin los niños y todo eso”, de “Irse de Maverley”); otra mujer aburrida de su matrimonio, otro abandono de hogar, dos hijas, una de ellas no soportará la separación (“A mi madre no se le puede recordar nada de aquellos tiempos y procuro no disgustarla… Todo ese destripamiento que se hace en las familias hoy en día me parece un error”, de “Grava”); una adolescente observa la vida aparentemente feliz que lleva su tía completamente sometida a los deseos de su marido, un ser asocial y huraño (“«La misión más importante de una mujer es construir un santuario para su marido.» Creo que de hecho el comentario no lo hizo mi tía. Evitaba esa clase de pronunciamientos. Quizá lo leí en una de las revistas para amas de casa que había por allí. Revistas que a mi madre la hubieran asqueado”, de “Santuario”).

“Corrie” y “A la vista del lago” son relatos que, pienso, no están a la altura de Munro, con uno de esos finales sorpresas nada habituales en ella (“La gente siempre decía que el pueblo estaba muerto, pero en realidad cuando había un funeral era cuando más se animaba”). “Dolly” me gustó algo más, pero tampoco creo que alcance la maestría de los cinco primeros (“¿Quién es capaz de hacerle al poeta el comentario perfecto sobre su poesía? Sin pasarse ni quedarse corto, simplemente lo justo”).

Pero mi preferido es curiosamente justo el único que protagoniza un hombre, “Tren” (“Jackson sabía que los libros existían porque alguien se sentaba a escribirlos, que no salían de la nada. La cuestión era qué les movía a escribirlos, con tantos, tantísimos libros como había en el mundo”). Algo pasó en la infancia de Jackson que le obliga a huir de las relaciones sentimentales, que le impide establecer vínculos personales, que le empuja a estar siempre ocupado en algo.

La segunda parte, la autobiográfica, lo siento, pero me ha parecido poco más que un relleno… y es que me tiene muy mal acostumbrado esta Munro.
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