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Tengo que reconocer que antes de empezar siquiera a leer la primera página, ya tenía un nudo en la garganta, anticipando lo que se venía. Hasta este momento, no sabía nada de los gulags, y aún menos de los juicios rusos a los prisioneros rescatados de campos de concentración nazis. Para mí ha sido un shock descubrir tanta crueldad después de lo que ya habían pasado. Acompañamos a Cilka desde su liberación, por la prisión y el nuevo juicio, hasta el gulag de Siberia y su día a día allí. Y a veces se entremezclan recuerdos del pasado, tanto de Auschwitz como de su vida anterior. Esto me ha encantado, ya que en El tatuador supimos muy poquito de ella y así la conocemos algo mejor y vemos qué le pasó. Una de las cosas que más me ha impactado ha sido la sensación de vergüenza de Cilka, la necesidad que tiene de esconder de donde viene y lo que tuvo que hacer allí para sobrevivir, por miedo a que la juzguen y la dejen de lado. Una vez más, una víctima avergonzándose de su sufrimiento causado por otros. Me han encantado las dos últimas partes del libro: la nota de la autora y la información adicional, donde nos habla de su investigación y de la historia real de Cilka. |
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