Budapest es una novela compleja y exigente, que requiere de una lectura atenta y pausada, y además es dura, muy dura. Terrible, desgarradora, incómoda y despiadada, porque el terror de Mories es un terror real. Budapest es también un cuento onírico, irreal, repleto de iteraciones que le dan ritmo y estructura, con una atmósfera agónica, opresiva, y una narración bellísima, de una potencia arrebatadora. Un cuento con el que se entretejen otros cuentos, plagado de subtexto, simbología, metáforas y referencias al folklore húngaro, al tarot, históricas, mitológicas, literarias, musicales y de cultura popular. Con un trasfondo histórico que en realidad es tramposo, ya que el tiempo no transcurre en Budapest. Todo permanece estático en el limbo que es ese Páramo, congelado en el tiempo o directamente fuera del tiempo. Un lugar yermo y muerto, postapocalíptico: lo que queda del mundo tras la última guerra, que pudo ser ayer, hace setenta años o dentro de quince. Porque en realidad esa guerra es todas las guerras y sus consecuencias son siempre desvastadoras. |