La ciudad

Madrid, “La ciudad” hostil que ya era prepandemia y que sigue siendo para cualquier recién llegado es el escenario de este relato en el que tres mujeres, tres islas-aisladas de todos y de todo -pese a estar siempre rodeadas de gente- tratan de salir de las jaulas en que se han encerrado porque Oliva, Damaris y Horía sufren diferentes formas de violencia. En su edificio frente a la Plaza de la Paja, en el barrio de la Latina, Oliva, de treinta y tantos años, separada y con su pequeña Irena, sufre una relación claustrofóbica y llena de violencia con Max; Damaris, que llegó desde Colombia hace diez años para ganarse la vida y poder enviar dinero a su familia, cuida a los hijos de otra familia que no es la suya, limpia, cocina y se pliega a las órdenes de sus patrones; y Horía, que también dejó su país para encontrar un futuro para ella y para los suyos, pasó por el duro trabajo de los invernaderos de un pueblo de Huelva antes de llegar a encargarse de la portería del edificio.

¿Qué tienen en común Horía, Damaris y Olivia, tres mujeres cuyo día a día es bien distinto? La vulnerabilidad, el miedo, el dolor y la precariedad dominan sus vidas. Cada día es otra lucha por su propia supervivencia.

Las tres recorren una ciudad que, además, refleja sus aparentes porque la geografía urbana de Madrid -como la de muchas grandes capitales- siempre es el reflejo de la geografía social. Oliva, Damaris y Horía, casi siempre exhaustas, apenas interactúan con su entorno, pero su entorno sí interactúa con ellas: las define, las limita, las vulnera. Mujeres que podrían ser nuestras vecinas y que cada mañana nos cruzamos al salir a trabajar; historias tan reales que calan porque la novela que ha escrito @laramorenom no puede edulcorarse o esconderse bajo un lenguaje que no sea directo y áspero en muchas ocasiones. Porque la violencia no necesita siempre de puñetazos: acecha y se oculta tras cualquier puerta. Sólo hace falta querer verla.
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