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Alguien que te quiere te pone un pañuelo para taparte los ojos y que no veas nada. Confías y te dejas llevar. Llegáis a un lugar. Te quita el pañuelo y descubres dónde estáis: delante de un bosque muy poblado, cubierto por el blanco y húmedo velo de la niebla. Hay un sendero que aparentemente va a ninguna parte, porque no puedes ver qué hay a pocos metros de donde te encuentras. Y ese alguien te recomienda que camines, sin saber si habrá subidas, bajadas, obstáculos, peligros...o si el paisaje acabará conquistándote una vez la niebla decida volver a su hogar. . Algo así he vivido con esta novela. Es la primera vez que leo un libro sin saber de qué va. La contracubierta no cuenta nada de la trama. Me he acercado a él completamente a ciegas, avanzando por ese camino de tinta y papel a tientas, caminando sobre las piedras con forma de palabras. Y ha resultado ser toda una sorpresa. . Ha sido una de esas travesías que no te dejan indiferente. La intriga me ha acompañado todo el tiempo, hasta el final, por no saber cuál era el fin de esa vereda. Durante el recorrido también he encontrado piedras para sentarme a reflexionar; unas piedras que parecían hechas para eso: para parar, mirar dentro de uno y pensar. Todo alrededor era un paisaje que he ido descubriendo poco a poco, con momentos preciosos y otros inquietantes por culpa de esa niebla que hasta el final no se disipó. Y sí, los últimos metros del sendero, cuando se sentía ya cercano el fin, consiguieron emocionarme: la niebla se esfumó, como si nunca hubiese estado ahí, dejando una visión clara y un aire límpido, y pude ver por fin el sentido de aquella ruta. . Un camino para la mente y para el corazón que os animo a recorrer a ciegas. No busquéis nada antes de iniciarlo. Dad el primer paso sin saber dónde os llevará. Y si os decidís a caminar, ojalá sea una experiencia que os llegue tan dentro como a mí me ocurrió. Enlace: https://www.instagram.com/p/.. |
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