Ana de la isla

“Ana de la Isla” es la tercera parte de la serie de L.M. Montgomery protagonizada por Ana Shirley. Después de leer la primera parte, “Ana de Tejas Verdes”, la edición ilustrada de Alma Clásicos Ilustrados, quedé enamorada del personaje de Ana, una niña huérfana que encontró su lugar en el mundo en Tejas Verdes, donde la acogieron los hermanos Cuthbert y donde forjó amistad con otros niños como Diana y Gilbert.

Comencé mi lectura temiendo que el hecho de no haber leído su segunda parte, “Ana de Avonlea”, me impidiera disfrutar de la historia por haberme perdido demasiados detalles. Por fortuna, esto no ocurrió. Y es que, aunque no tengo conocimiento sobre algunos años de la evolución de Ana, el punto en el que retoma la trama “Ana de la Isla” sigue siendo coherente con el personaje que conocí en la primera entrega. Que no haya supuesto un hándicap imposible de sortear revela que la construcción de la protagonista no puede ser más impecable. Ana ya no es una niña soñadora, parlanchina y llena de imaginación, pero la Ana de “Ana de la Isla”, aunque más madura, sigue conservando su esencia y se la reconoce fácilmente.

En este título, Ana abandona Tejas Verdes para irse a la Universidad de Redmond a estudiar Humanidades. Allí pasará unos años duros, a la vez que instructivos, donde crecerá como persona y construirá grandes amistades mientras sigue cuidando las que ya tenía.

De la novela me ha fascinado el abordaje de algunos temas relativos al momento vital en que se abandona la infancia y se alcanza la madurez. En numerosas ocasiones Ana, junto a otros personajes como Diana, hablan de la añoranza de los tiempos felices siendo niñas y temen lo que les pueda deparar el futuro, que está repleto de responsabilidades. Las escenas en las que recuerdan la niñez y conversan sobre sus preocupaciones me han hecho concebir los personajes como personas de carne y hueso, porque son diálogos que retratan muy bien ese pánico a la vida adulta. Además, la muerte es tratada en diferentes pasajes de la novela y la forma de introducirla y tratarla me parece de lo más acertada.

También me ha encantado seguir conociendo a Gilbert y a otros personajes nuevos (al menos para mí, que no he leído la segunda parte de la colección) como el pequeño Davy, tan rebelde y revoltoso, pero de gran corazón. Sin embargo, he echado de menos leer más sobre Marilla; su relación con Ana es uno de los aspectos que más disfruté en “Ana de Tejas Verdes” y me hubiese encantado leer alguna escena en la que ese vínculo se fortaleciera un poco más.

Por otro lado, me ha gustado mucho cómo se ha abordado la temática amorosa. Ya no solo a través del personaje de Ana, que tiene que ir reconfigurando su concepción del amor con el paso de los años, sino también a través de otros personajes, ya sean principales o más secundarios. Resalto especialmente aquellas personas que comenzaron la obra con una visión idealizada de las historias de amor y acabaron con una perspectiva más realista, alimentada por sus experiencias reales, y no por ello menos románticas ni válidas.

En cuanto al papel de Ana como escritora, me ha gustado avanzar un poco en su trayectoria y que no haya perdido su ilusión infantil por escribir historias.

Sin embargo, encuentro como punto negativo su carga moralizadora. Si bien es cierto que es bastante sutil y es entendible, dada la época de publicación y el objetivo y tipo de novelas que se escribían entonces, no deja de ser un aspecto que me sacaba un poco de la historia cuando lo notaba.

Por último, alabar una vez más el trabajazo que se hace desde Alma Clásicos Ilustrados. La maquetación, el diseño y los dibujos de Giselfust no hacen sino enriquecer mucho más la experiencia del lector. Las ilustraciones de esta entrega me han tenido embelesada a lo largo de toda la historia.

En definitiva, “Ana de la Isla” es una perfecta continuación de las aventuras de Ana Shirley. La protagonista avanza en su periplo vital y, por el camino, aprende a dejar atrás la niñez sin con ello dejar atrás la ternura, la curiosidad, la bondad y la desbordante imaginación que tanto la ha caracterizado desde pequeña. Asimismo, es notable cómo se tratan temas como el amor, la muerte y las expectativas de futuro y cómo, a través de los profundos diálogos y las escenas cargadas de belleza y significado, el lector conecta cada vez más con unos personajes verosímiles, llenos de defectos, pero también de virtudes. Una historia que no hace sino avivar el deseo por seguir leyendo las siguientes entregas de la colección.