El desorden que dejas

¿Cómo puede ser que sea más terrible de lo que imaginaste y a la vez que no sea para tanto?

La pena debe de ser de las cosas que más te hacen envejecer. Te quita años de vida. Te apaga.

Un escritor jovencito que sigo en Twitter dice que siempre le sorprende que en las encuestas del CIS en las que preguntan a los españoles por los problemas que más les preocupan nunca aparezca el amor como el primer asunto.

Decido contarle parte de la verdad. Solo una parte. Porque, como buena mentirosa que fui, sé que las mentiras son mucho más efectivas si se esparcen con un poco de verdad.

Los chavales ahora vendrán equipados con móviles de última generación, con iPads con conexión 4G, pero las excusas siguen siendo las de toda la vida.

Somos culpables de compartir cada minuto, cada instante en la red. Y somos también culpables de no resguardar de una manera más segura nuestra intimidad en el ordenador.

A lo mejor me quemo si sigo empeñada en agarrarme a un clavo ardiendo.

Mi mente siempre se va por vericuetos absurdos cuando trato de centrar mi atención en algo concreto, cuando más necesito tirar de concentración.

Los tiempos difíciles son el mejor terreno abonado para que germine cualquier acto miserable.

Pero ahí estaba. Entera, de una pieza. Se podía vivir entre las ausencias.