Postales del Este

Tras el fallecimiento de su madre, la joven Bella recibe en herencia una caja metálica de leche condensada con postales y fotografías de desconocidos, con nombres y palabras sueltas escritas al dorso. Es ahí cuando descubre por qué su madre odiaba los lapiceros rojos, la tinta azul Pelikan, los tréboles de cuatro hojas o los días de lluvia. A partir de ese momento, la autora pasa a narrarnos la estancia de Ella en Auschwitz.

El libro es un compendio de datos, todos ellos históricos de una u otra forma. A través de los ojos de Ella conocemos esa parte de la historia tan infausta, los horrores del campo en toda su crudeza, sin ahorrar detalles, pero sin que resulte morboso. Y es que el libro es una especie de libro de texto novelado, que cuenta lo sucedido en este infame campo de exterminio nazi. Y solo por ello merece la pena leer este libro. Porque este libro no es la historia de Ella, este libro es la historia de Auschwitz, de la barbarie nazi, del holocausto judío, de la banalidad del mal.

Y digo que no es la historia de Ella, porque es imposible que ella supiera ni la mitad lo que presencia en el libro; Ella es el narrador omnisciente, el hilo que permite a la autora narrar la historia del campo de Auschwitz-Birkenau. Por cierto, como anécdota, ya podía haber elegido otro nombre, porque muchas veces he tenido que reiniciar una frase pensando que Ella se refería al pronombre y no al nombre del personaje. Ese nombre lleva a confusión en nuestro idioma.