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Crítica de LEMB


LEMB
25 March 2021
Desde hace mucho tiempo me atrae la literatura ambientada en Extremo Oriente, sobre todo en el Japón feudal o en la China revolucionaria del siglo XIX. Es verdad que no leo tanto como me gustaría. Hace no mucho, he comenzado a aficionarme a doramas coreanos (¡ay, estoy en un sinvivir!) y sobre todo los históricos. Disfruté muchísimo viendo Mr Sunshine, un dorama histórico ambientado en 1900 en una Joseon (Corea) dominada en parte por los japoneses, que termina en 1910, justo cuando Japón anexiona Joseon como colonia. Me impactó tanto el drama, los personajes y la historia que no pude resistirme a leer a continuación Pachinko, ya que este libro comienza en 1911, en Corea, y continúa los próximos ochenta años con la vida de una familia coreana que vive en Japón, con todo lo que ello significa.


Pachinko ha resultado ser una novela que se lee muy cómoda. Es un texto muy rápido, ya que, en casi quinientas páginas, la historia contempla ocho décadas de una misma familia, pero no por ello menos preciso. El libro está estructurado en tres partes:

—Libro I. Gohyang/Tierra natal (1910-1933)
—Libro II. Madre Patria (1939-1962)
—Libro III. Pachinko (1962-1989)

El título de cada parte es muy significativo; desde Gohyang, ese lugar humilde donde nace y vive Sunjan hasta que se casa y se traslada a Osaka; pasando por su nueva vida en Osaka, que por los años abarca, tenemos el eco de la II Guerra Mundial y cómo afecta a la familia, y terminando en el tercer libro, que se titula Pachinko, como algo que define a los personajes o con el que se les relaciona.

La base histórica y social está muy presente y muy integrada dentro de la narración; ese realismo vital, con la intimidad familiar que muestra, nos lleva a la existencia primero en una pequeña isla de pescadores del mar del Este de una familia que sobrevive regentando una humilde posada, para trasladarnos luego a Osaka, y acompañar a Sunja hacia lo que será su futuro. Pero, sin duda, esta historia es una novela de personajes, con los que sufriremos la vicisitudes de la vida que les ha tocado, aunque el texto no nos permitirá conocer el interior de ellos de forma muy profunda. Creo que la novela habla más de la intimidad familiar, que no tanto personal. Es un acierto que, sin incidir mucho en cada personaje, la autora consiga perfilarlos de una forma muy clara, de tal manera que al leer somos capaces de entenderles, para bien y para mal. Tengo que aclarar que no he necesitado empatizar con ellos para arroparles en sus decisiones; no sé si me llegáis a entender cuando digo esto pero es la sensación que se me iba quedando mientras leía.

Al final, nos habla de una vida y de los pasos que se van dando, todo mezclado con esa carencia vital por la falta de aceptación e integración. La inmigración, el desplazamiento, la desubicación, unidos al fuerte racismo, xenofobia e intolerancia predominante durante todo el siglo XX en Japón hacia los coreanos y, por ende, hacia los descendientes de coreanos a pesar de que hayan nacido en Japón, marcan el devenir de cada uno de los personajes y su forma de enfrentarse a ello. La autora construye este relato para mostrar la exclusión social que sufrieron los coreanos que emigraron a Japón, conocidos como zainichi; sorprende descubrir que, incluso, la tercera generación, nacida en Japón al igual que sus padres, tenían que renovar el permiso de residencia.

Miseria, penurias, pobreza, pérdidas, esfuerzos, y muchos estereotipos; la pertenencia a un pueblo, a unas costumbres, junto con el anhelo a una tierra, ya perdida; el idioma, algo esencial que define a cada uno de los personajes; el matrimonio, la maternidad, la familia, los roles; el trabajo, la educación. Entre todo, además de la palabra familia, me quedo con el anhelo; para mí, los personajes siempre anhelan algo que no tienen, bien sea la patria, el amor, el sentirse aceptados, el dinero o el perdón.

Al final me ha parecido un libro sobre la identidad personal, con esa sensación de patria perdida que impregna al inmigrante, sea de la generación que sea.

En cierta manera, no hay grandes gestas. Los personajes son imperfectos y llegan a sentir, en muchos casos, menosprecio por su propio origen. Creo que esa lucha interior por ocultar su realidad los hace dolorosamente humanos. al final, está narrando una vida, una familia, la vida de diferentes miembros, y la autora lo hace desde el conocimiento de los que se han sentido menospreciados o excluidos. Esto me ha llamado mucho la atención porque lo he visto como la base de lo que estaba leyendo.

Es un relato sobre una familia y sobre la identidad y la complejidad del pensamiento humano de la palabra patria y de la sociedad a la que perteneces. Es una familia que lucha por salir adelante. Creo que una de las cosas que intenta es acercar la esencia de la herencia coreana dentro del mismo Japón; no es algo tan lejano, de hecho la novela llega a los años 90 y la propia autora cuenta que durante la época que vivió en Tokyo fue consciente de que algunas personas ocultan esa herencia coreana colonial que puede ser de quinta o sexta generación. Es una novela realista, con un texto que a veces sonríe y a veces duele. No intenta juzgar, no intenta arreglar, solo cuenta una historia. Es bonita. Con ella aprendes, además de conseguir que entiendas y que te acerques al sentimiento de desgarro social. Hay muerte, hay supervivencia, hay amor, ha determinación, hay miedo, hay trabajo.

**Mención especial para Sunja, como eje de unión de todos los personajes, define muy bien que la vida, además de ser dura, tiene también momentos buenos. Una mujer fuerte que representa esa resiliencia que a mí, al hacerme más mayor, me resulta más complicada. Una historia muy bonita y con mucho significado.


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