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Teatro de golpe bajo. Las miserias del capitalismo tardío son muy dolorosas. Miller en esta tragedia se permite explorar todos los corolarios de esas miserias. Su recurso fundamental es la empatía, la compasión en carne viva. En Estados Unidos de Norteamérica, hacia fines de la década de 1940, un viajante abnegado pero poco lúcido, su mujer y sus hijos, forman parte del engranaje más insignificante de la maquinaria del capital. Son reemplazables. La muerte del viajante que anuncia el título pienso que puede ser entendida desde el interior de la ideología neoliberal como mala suerte, falta de voluntad, poca competitividad, insuficiente confianza emersoniana en uno mismo. Si esta tragedia se piensa desde otro punto de vista, me parece que se trata de una pieza de teatro poco lúcida y sensacionalista. Su amarillismo viene del pulso desmedido de la emoción, la culpa, el odio y el amor. La relación entre padre e hijos, madre e hijos, esposo y esposa, todo recibe un tratamiento ferozmente sensible, busca la empatía y la compasión de la peor manera, usa el golpe bajo. Es también poco lúcida porque no se permite pensar los axiomas, sólo trabaja los corolarios. Los personajes en esta obra son artífices de la ideología que los usa y descarta. Las víctimas no se reconocen como ejecutores de su propia desgracia, simplemente se lamentan por no estar a la altura de eso que toman como cierto sin crítica. La reflexión que promueve este dolor trágico se queda en el interior del domo clausurado del inhumano neocapitalismo del siglo XX. Es asfixiante, pero no por el dolor sino por la poca inteligencia con que se atacan los esquemas de su identidad individual, colectiva, económica, política y social. Pienso que Miller era un genio de los climas teatrales. Esta obra, sin embargo, empuja a una compasión rara, es una obra timorata en mi opinión. La intuición de lo que realmente mató al viajante no forma parte de la tragedia, la obra misma repele esa comprensión. ¿Por qué el macarthismo persiguió a Miller? Creo que la sed de sangre de los políticos de turno y la cobardía de Elia Kazan -quien lo señaló como simpatizante de políticas sospechosas- fueron suficientes para que la comisión de la caza de brujas salga a buscarlo. La presa no pensaba realmente distinto que sus cazadores, me parece.
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