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La ciencia ficción es mi género favorito y lo es, precisamente, por libros como este. Porque me apasiona ese ejercicio de especulación que puede llegar a tratar sobre los temas más diversos y desarrollar las ideas más deslumbrantes, así como el efecto de lo maravilloso que provoca, las reflexiones que encierra y que, al mismo tiempo, incentiva en el propio lector. Por eso Embassytown ha sido totalmente para mí, asombrándome con una genialidad tras otra según avanza en la comprensión de un mundo fascinante al borde del universo conocido, abarcando un inmenso abanico de conceptos, ideas e incluso diría que géneros literarios. Con un comienzo complejo y exigente, que requiere de cierto esfuerzo inicial, y una narración aparentemente aséptica que, de alguna manera y sin que apenas te des cuenta, termina metiéndosete bajo la piel contra todo pronóstico. Contacto alienígena, política, evolución, colonialismo y subalternidad, pinceladas de viaje espacial, biotecnología y, dominando sobre todo lo demás, el relativismo lingüístico. Una temática apasionante sobre la que ya había leído en libros como La historia de tu vida, de Ted Chiang, o La montaña en el mar, de Ray Nayler, y que he descubierto que me cautiva por completo. Y que aquí, en Embassytown, adquiere un protagonismo y una profundidad soberbios. |
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