La loca de la puerta de al lado

Mi primer acercamiento a Alda Merini (1931, Milán) ha sido con este libro, que es un libro extraño. Lo definiría como una autobiografía novelada. Pero quizás es injusto definirlo así, sin nombrar la palabra poesía: «la palabra de la Merini es la palabra del poeta», dice Raquel Vicedo en su prólogo-carta dirigida a la “poeta maldita”.

La revisión poética de una vida. Quizás esta sería una definición más acorde con lo que he sentido leyéndolo.

La voz de Merini es una voz fascinante. No he dejado de subrayar pasajes; de verme inmersa en un mundo de amores, de dolores, de violencias, de pasiones.
Entre la locura y la memoria. Entre lo prosaico y lo divino.

Un texto desordenado, donde la lírica irrumpe arrolladora, desde tan diversos estilos. Desde tan evocadoras imágenes y texturas.

Estructurado en cuatro partes que funcionan como catalizadoras de la palabra que se busca a sí misma, que gira en torno a su propio eje: El amor, El secuestro, La familia y El dolor.

Un texto para saldar cuentas, con una misma, con los otros; un texto para que las palabras se abran camino. La vida de Alda Merini fue intensa. Los internamientos en el manicomio, los electrochoques, la pobreza, la miseria, el abandono familiar, el ostracismo, la pérdidas de las hijas. He leído algunos pasajes con pudor, con pudor de ser testigo de la confesión de emociones tan intensas, tan íntimas. Pero la lírica, la poesía; lo salva todo. Salva a la poeta, que crece y florece; y nos salva a nosotros, lectores que empezamos a creer en su palabra.

La palabra de una loca.