Los girasoles ciegos

Cuatro relatos relacionados con la Guerra Civil dan forma a un todo de una profundidad excepcional y con un regusto a obra magistral.

Cuesta trabajo creer que es la única obra que cuenta en el haber de Alberto Méndez, ya que los girasoles ciegos rezuma inteligencia y talento por cada una de sus historias.

Cuatro historias con diferentes personajes, algunos de ellos relacionados, que sufren las consecuencias físicas y psicológicas de la contienda tratando de mantener su integridad moral intacta aunque no siempre sea posible conseguirlo.

Cada una de las historias figura con un título precedido de una numeración con la palabra derrota:
Primera derrota: 1939 o si el corazón pensara dejaría de latir.
Segunda derrota: 1940 o manuscrito encontrado en el olvido.
Tercera derrota: 1941 o el idioma de los muertos.
Cuarta derrota: 1942 o los girasoles ciegos.

Personajes singulares como el capitán Alegría, que viendo inminente el fin del acoso a Madrid decide cruzar las líneas enemigas y declararse un "rendido" o las víctimas inocentes de toda guerra, como los jóvenes que intentan una huida desesperada a través de los montes que unen León y Asturias o el preso que se aferra a la vida manteniendo viva la ilusión de unos padres de un oficial corrupto del ejército vencedor, a costa de recrear una falsa imagen y alimentar un postrero consuelo.

Pero la historia que más ha trascendido, por ser la más extensa y por dar pie a una buena película del año 2008, dirigida por José Luis Cuerda y protagonizada por Maribel Verdú y Javier Cámara, es la que da título al libro y es el relato final de la obra.

Una triste historia más de la sinrazón, de un brillante intelectual que debe mantenerse oculto en su propio domicilio en compañía de su mujer y su hijo (viuda y huérfano a ojos de la gente que les rodea). Todo ello tiende a complicarse más aún cuando un religioso fija su atención primeramente en el niño y más tarde en la madre.

Todas las partes están magistralmente hiladas y dotadas de una prosa soberbia y un magnífico control de los tiempos.

Mi admiración y respeto para este autor de esta única y soberbia obra escrita en el año 2004 y con la que consiguió importantes premios. Lástima que su fallecimiento temprano, en ese mismo año de 2004 a los 63 años impidiera una posible continuidad en su prometedora carrera literaria.