Rojo, blanco y sangre azul

A veces, leer una historia con las expectativas extremadamente altas te puede jugar malas pasadas. Es exactamente lo que me ha ocurrido con esta historia. He visto alabar "Rojo, blanco y sangre azul" durante días en todas partes y tenía mucha curiosidad por leerla, tanto que no pude aguantar a que se publicara en español y la leí en su idioma original.

¿Qué decir? Que no es una mala historia. Entretiene, eso está claro. Su punto fuerte —y por el que todos hemos oído hablar de ella— es por el romance entre el príncipe de Inglaterra y el hijo de la Presidenta de los Estados Unidos. En ese punto no decepciona en absoluto. Es una historia tierna y emocionante y en más de una ocasión se me ha encogido el corazón. Sin embargo, todo lo demás me aburrió muchísimo. Me vi pasando las páginas desganada hasta que encontraba escenas entre ambos protagonistas porque lo que les rodea no mantuvo mi interés. Política, campañas electorales, protocolos reales... Nada de eso me interesaba.

Está claro que una obra no puede revolver completamente alrededor del romance y que hay que meter más trama pero en ocasiones veía que ese "decorado" era excesivo. Sobran páginas, o al menos así lo he sentido yo. Se puede enviar el mismo mensaje —bastante potente, por cierto— en menos espacio. Y ahí es donde falla. Que te pasas mucho tiempo leyendo sobre historias que ni te van ni te vienen de política y otros asuntos gubernamentales.

En definitiva, que de esta historia salvo la historia entre Alex y Henry. Los demás personajes también me gustaron, pero no me enamoraron tampoco. Si buscas entretenerte, puede ser una buena opción, pero te aviso que te vas a encontrar con mucho relleno.