Rojo, blanco y sangre azul

Cuando comencé a leer el libro, lo que más me intrigaba era la relación entre Alex y Henry. Me encantó la forma en que los autores abordaron este aspecto de la historia. Pude sentir la química y la conexión entre los dos personajes, lo cual fue realmente cautivador. Sin embargo, hubo algunos aspectos del libro que no fueron de mi total agrado.

Una de las cosas que no me gustó fue la extensión de los capítulos. Personalmente, prefiero los capítulos más cortos, ya que me permiten avanzar rápidamente en la trama y hacer pausas más naturales en mi lectura. Los capítulos largos, de alrededor de 50 páginas, a veces me parecieron abrumadores y me costaba encontrar momentos adecuados para detenerme.

Además, hubo ocasiones en las que me resultó un poco tedioso leer páginas y páginas sobre política. Si bien entiendo que la política puede ser un tema importante en la trama y agregar profundidad a la historia, no es un tema que me apasione particularmente. Sentí que esto ralentizaba el ritmo de la narración y desviaba mi atención de la relación entre Alex y Henry, que era lo que más me interesaba.

También noté una dinámica desequilibrada entre los dos protagonistas en cuanto a la resolución de conflictos. Alex siempre parecía ser el que tomaba la iniciativa para resolver las situaciones complicadas, mientras que Henry tendía a desaparecer o dejar que Alex se hiciera cargo por completo. Me habría encantado ver a Henry mostrando más iniciativa en algún momento y buscando a Alex para trabajar juntos en la resolución de problemas. Esto habría agregado más equilibrio a la relación y habría sido un detalle muy interesante de explorar.

A pesar de estas pequeñas críticas, disfruté mucho de la relación entre Alex y Henry en general. Su conexión fue palpable y me mantuvo emocionado a lo largo del libro. Si se hubieran tenido en cuenta algunos de los puntos mencionados, creo que la experiencia de lectura habría sido aún más enriquecedora para mí.