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Continuamos con el segundo libro de la saga Blackwater: El dique. Es curioso porque por momentos tengo la sensación de que no ha ocurrido nada importante o sustancial, y sin embargo también siento que han ocurrido mil cosas. Obviamente, gana la segunda. Pienso que esto se debe a que no tenemos un objetivo o conflicto principal a resolver, pero a cambio tenemos un continuo halo de misterio. Después de dos libros, lo que más me sigue intrigando es ¿quién demonios es Elinor? Pero hay mucho más, ya que las relaciones entre los personajes, especialmente la batalla que mantienen suegra y nuera, dotan a la saga de un cariz telenovelesco donde necesitas saber qué ocurrirá entre los miembros de la familia a cada nueva situación que se da. Lo que es indiscutible es que la historia atrapa. La ambientación creada es única, así como la manera de mantenerte en tensión y alerta constante, ocurra algún desenlace catastrófico o no. En parte, y reafirmándome respecto al primer libro, es por lo bien escrita que está. Que te leas un párrafo de una página completa narrando una situación o describiendo un acontecimiento y que no se haga nada tedioso, es de una técnica más que pulida. Otra parte del mérito se lo lleva lo bien construida que está la trama. Las frases, las situaciones, las migas de pan esparcidas, todo está donde tiene que estar. En El dique nos encontramos con una buena evolución de personajes. Y aunque todos tienen su parte, sin duda el personaje que se lleva el Goya a la actriz revelación no es otro sino Sister. Menudos latigazos ha soltado que podría hacer temblar el matriarcado de Mary-Love (Mariló para los amigos). Me encanta la naturalidad con la que se transmiten las situaciones y diálogos surrealistas, muy bien compactado con unas pequeñas dosis de gore, bastante cinismo y algunos toques de humor tan oscuros como el Perdido. ¿Te has adentrado ya en Perdido? |
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