Mis problemas sexuales son económicos. Detesto a las mujeres sin posibles, pero yo mismo tengo pinta de bohemio. Una combinación imposible.
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Mis problemas sexuales son económicos. Detesto a las mujeres sin posibles, pero yo mismo tengo pinta de bohemio. Una combinación imposible.
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Sin dejar de revolver el café, Kay puso cara de asco. Tenía aversión a los pobres, una aversión despiadada que ni siquiera Harald sospechaba y cuya violencia a veces había llegado a asustarla, como cuando tenía que atender en el trabajo a un indigente.
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-Sacaría de la biblioteca libros de verdad. -¿A qué te refirees con libros de verdad? -preguntó Norine y echó un cauteloso vistazo a su estanteria. -Literatura -repuso Helena-. Jane Austen, George Eliot, Flaubert, Lady Murasaki, Dickens Shakespeare, Sófocles, Aristófanes, Swift. -Pero esos no son fundamentales para el socialismo -opinó Norine arrugando el ceño. -Mejor me lo pones. |
-Siempre pasa lo mismo. Todos los neuróticos son pequeño burgueses. Y a la inversa. La locura es demasiado revolucionaria para ellos. No pueden tirarse en plancha. Nosotros, los locos, somos los aristócratas de los enfermos mentales.
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Sabía que por lo general, las estudiantes de Vassar no eran bien vistas; se habían convertido en un simbolo de superioridad. Ella misma cuando se casara, se vería obligada a frecuentar mucho menos a algunas de ellas si quería que Sloan no tuviera problemas con sus compañeros del hospital.
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A todos los maridos les iba estupendamente en el mundo de los seguros, de la banca o dela prensa; y sus compañeras de curso, salvo unas cuantas rebeldes, que no eran necesariamente la mismas que en la universidad, ocupaban su lugar en la sociedad. Sin embargo, había noches en las que observándolas y escuchándolas, Polly sentía que ella debía ser la única de promoción que era feliz.
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De nada le servía recordarse que aquel fardo que tanto miedo le daba era el hijo que había tenido con Sloan. Le parecía más bien, para su vergüenza, que era un articulo propiedad del hospital que le habían soltado y olvidado; nunca vendrían a llevárselo.
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-Y esa es otra, señorita MacAusland, la edición es cosa de hombres; quiero decir la edición de libros. Nómbreme a una mujer, además de Blanche Knopf la esposa de Alfred que haya llegado a algo en este negocio. Las encontrará trabajando en actividades paralelas o marginales de la edición: en publicidad o en promoción. O de lectoras y correctoras de pruebas. Solteronas, en su mayoría, con el lápiz detrás de la oreja.
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Al mismo tiempo, paradójicamente, seguía sintiendo que su relación no había terminado, que vivía en algún lugar subterráneo, entre ellos, y crecía en la oscuridad, como el pelo y las uñas que seguían creciendo después de muerta la persona.
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Cual es el nombre completo de Dumbeldore?