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Cuando siento que mi alma y mi corazón necesitan recuperarse un poquito de lecturas más duras y de la vida en general, siempre vuelvo a uno de mis lugares seguros; vuelvo a aquel que me da lo que le pido, que me hace reír, enamorarme, llorar y volver a creer en el amor. Porque a Megan siempre le pido lo mismo y siempre me lo da, sin faltarle nada. Así que, como el cuerpo me lo pedía, decidí ponerme con los libros de la jefa; Fue un beso tonto era el que tocaba, el que, por cierto, llevaba mucho tiempo sin leer y, salvo algunas cosas, no recordaba mucho, aunque a Alex, Óscar, Olga y Clara, por supuesto que sí. Me enamoro volver a leer sobre Lunita, la cagona (qué adorable es, por favor), Dolores y sus cachorros, la abuela Pepa, Maruja, Luis, Horacio, los compañeros de la comisaria o las hermanas y el abuelo de Alex, en serio, una de las cosas que más amo de los libros de esta autora es cuando crea estos personajes que se ganan un lugar eterno en mi corazón. Que me hacen reír en mis peores momentos, porque no hay nada mejor cuando estás mal que una buena carcajada. Me gusta que cree mujeres fuertes y me flipan los hombres Maxwell y sus vibes de ‘es mía', aunque, como hable con mi Lupin @, esos vibes en la vida real no me gustan un pelo. Esta historia siempre me ha gustado mucho, Megan nos vuelve a meter de lleno en el mundo que ella quiere, en este caso una comisaria y un hospital… y esta es una de las cosas por las que más me gusta, porque nos muestra como se pueden salvar vidas de dos formas diferentes, nos muestra dos trabajos que no tienen horarios, que son sacrificados, pero que en su mayor parte siempre son vocacionales. Como lo son en el de nuestros cuatro protagonistas. Y esa es otra de las cosas que me gusta de estos libros; que la autora le presta atención a la pareja protagonista, en este caso Alex y Olga, pero le da su cuota de protagonismo, también grande, a las otras parejas, así que en este caso seremos testigos también del amor de Óscar y Clara y muchísimas más parejas (de las que no pienso hacer spoiler). Me gustan los villanos que crea, que son tan odiosos que no puedes evitar las ganas de soltar zapatillazos, aunque reconozco que en este libro en concreto (eso sí que lo recordaba), Alex se merece un buen zapatillazo en el morro casi a un cuarto del final… cada vez que leo esas escenas siento ganas de matarle, aunque cuando pasan las páginas se me quiten. El toquecito de humor, como pasa en todos los libros de la jefa, es buenísimo y te hace tener que parar en muchos momentos para poder reír. Y el final es tan lo que yo pido, tan romántico, tan ‘fueron felices y comieron perdices', tan ‘esto nunca me va a pasar', que siempre me hacen soltar una lágrima, pero me dejan el corazón caliente. |
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