Año 1885, París (Francia). El papel de la mujer queda limitado a ser ama de casa y madre. No puede opinar. Si me apuras, no puede pensar. Obedece y acata las ideas y normas del hombre. En la casa, y fuera de ella. La sociedad tampoco ve con buenos ojos que una mujer tenga opinión propia, y mucho menos que la diga en público. Así pues, si a alguna se le ocurría hacerlo, eran ingresadas, o mejor dicho, eran abandonadas en la Salpetriere, incluso por sus propios padres o maridos. Con la excusa de que se habían vuelto locas, o que lo que decían se debía a que no estaban en sus cabales. Han pasado más de 120 años. Y salvando las distancias.... en algunos lugares no han cambiado en absoluto las cosas. Madre mía! |