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Crítica de GemaMG


GemaMG
15 January 2021
Antes de empezar a hablaros de esta novela me gustaría dar las gracias a la iniciativa #MasaCritica de @BabelioEspañol por la oportunidad de conocer estas “joyitas” y por supuesto a la editorial por poner en mis manos esta novela y a la autora por escribir una historia tan especial.
Nos encontramos ante una novela atípica que no sigue la norma general ni en cuanto al objeto de la trama, ni en cuanto a la forma en que está narrada.
En cuanto al objeto de la trama, el título lo condensa todo, El Aval, pero no un aval de esos de los que hoy nos exigen los bancos, no un aval económico, sino un aval moral, ese que la RAE define como la “Garantía que alguien presta sobre la conducta o cualidades de otra persona.”
Y que en el tiempo que nos ocupa (1941), recién terminada una guerra, era la única posibilidad que tenían los presos del bando perdedor, condenados a muerte, de que la pena capital se conmutara por un número de años encerrados en la cárcel, mayor o menor en función de la importancia de quien firmara el aval. Y claro, debemos tener en cuenta que los vencidos no contaban con muchos amigos entre aquellos que en la guerra, y en muchos momentos antes de la misma habían sido y aun más tras ella, eran acérrimos enemigos.
Y esta es la historia, la búsqueda incesante de Rafael, el hermano del reo, y de Catalina, su mujer, del mayor número de firmas que puedan salvar a Jesús de las seguras garras de la muerte.
La forma de contar la trama carece de un narrador específico, pues esta función se alterna entre las voces de quienes nos van narrando los recuerdos que tienen del protagonista, los pros y los contras para estampar su firma en ese papel.
Estas dos características requieren, sobre todo al principio, hasta que te familiarizas con la estructura, cierta concentración en la lectura. Pero, a la vez, esta forma de narrar directa, sin descripciones que te desvíen de la idea principal, suponen un aliciente para querer avanzar en la historia, para conocer una pieza más de ese pachtwod que es, no solo la vida de Jesús, sino la vida de su familia, la de su mujer que lo espera y de la de todo un pueblo.
Los personajes, que no son muchos, y que la autora nos presenta antes de comenzar la historia, quedan más retratados por sus acciones y actitudes, por sus gestos y sus palabras que por la descripción que la autora hace de ellos a lo largo de la trama. Entre estos personajes hay familia, hay políticos, curas, caciques de pueblo, intelectuales, mujeres de vida alegre… hay, entre todos ellos amigos y enemigos de nuestro protagonista, hay quienes se sintieron ayudados y apoyados por Jesús, pero hay también y sobre todo una mayoría que se han sentido agraviados por él.
Hay quienes le defienden, con la boca chica, eso sí, porque significarse en el bando de los perdedores defendiendo a un perdedor, y más en ese asfixiante clima rural, en el que todos saben de todos, es colocarse una diana en la espalda, es arriesgarse a acompañar al condenado en su aventura o a iniciar, incluso, una aventura aun peor.
Pero hay también quien le defiende a ciegas, a pecho descubierto, su hermano, su mujer, sin que vacilen sus sentimientos, sin que se quiebren su confianza y su amor, a pesar de las versiones que de él van desgranando aquellos a los que pretenden convencer de que les ayuden a salvarlo.
Y es que este aval va mucho más allá de la mera escritura de una carta, se trata, sobre todo de convencer a quienes nada les importa la suerte del condenado o incluso se alegran de ella, de pasar del blanco al negro, de convertir al culpable en inocente, de descreer las versiones que lo acusan y transmutarlas en aquellas que lo perdonan. Y es difícil, porque en cada verdad, existen múltiples verdades, porque cada uno “cuenta la feria según le va en ella” y porque, además, la memoria es traicionera, y las lagunas del recuerdo las llenamos con lo que creemos que pasó o con lo que nos contaron que pasó, o con lo que nos gustaría que hubiera pasado. Y esos datos incorrectos se integran en nuestra memoria como una parte de nuestra verdad.
Y este es el verdadero eje de la novela, llegar a discernir cual es la VERDAD de los hechos conocidos, llegar a dilucidar si el protagonista es ángel o demonio. Y la autora trabaja este aspecto con autentica maestría; narra todos los puntos de vista en una historia llena de flashbacks y de conversaciones en las que no llegas a tener claro si quien habla puede considerarse amigo o enemigo, en la que no eres capaz de tener claro si quien habla dice la verdad o miente… y te lleva de la mano a formarte una idea propia que es capaz de derribar pocas páginas después con una nueva versión de los mismos hechos.
Esta novela, aparentemente breve, es una novela que hay que leer despacio, una novela que te lleva a la reflexión, sobre las circunstancias que propiciaron la guerra civil, los excesos que se vivieron en ella y lo que trajo después. Esa posguerra que, para algunos, fue incluso peor que la propia lucha en el campo de batalla. Dividida en siete capítulos, más o menos extensos, designados por las fases de la pasión de Cristo (Anunciación, Pasión, Calvario, Muerte y Resurrección) y del sacramento de la confesión (Confesión y Penitencia), la autora identifica cada uno de los capítulos con el momento que vive el reo, encabezando cada uno de ellos de una carta escrita por el mismo desde la cárcel y que constituirán, al final, la clave de quien es quien y cuál fue su papel y su fin en esta historia.
Es esta una historia de lucha, de arrepentimiento, de cobardías y valentías… pero es sobre todo, una historia de perdón, de ese que fácilmente brindamos a los demás, pero que nos resulta difícil, casi imposible concedernos a nosotros mismos y a nuestras debilidades.
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