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"Primero los colores. Luego los humanos. Así es como acostumbro a ver las cosas. O, al menos, así intento verlas." Existen varias aproximaciones literarias a la cruel época del nazismo y el holocausto, de ensayo y rigor histórico, caracterizadas con un tono pausado, y aquellas suficientemente neutras, en tono de novela, que intentan llegar así a la mayor cantidad de público posible. Ambas coexisten y conviven, se exponen en sus respectivos campos y se disfrutan según lo que busque cada lector. La ladrona de libros al fin y al cabo es una ficción que puede permitirse lo que quiera dentro de los parámetros establecidos (recuerdo El niño con el pijama de rayas y los cientos de libros con Auschwitz en su título). Una historia amable para los que creen en la bondad humana en tiempos oscuros. Funciona en todo su relato pese a ciertos altibajos narrativos, una trama cargada de buenas intenciones con la pequeña Liesel como epicentro de una galería de personajes que no vamos a recordar pero con algunas situaciones conmovedoras. El miedo y la represión nazi, los bombardeos aliados, la miseria de un mundo en guerra. Es un tema que da mucho juego. La ladrona de libros es otra historia más dentro de este marco histórico incomparable (por su crueldad ya casi mitificada) que sus momentos críticos los recordamos más por el hilo de los libros unidos a Liesel Meminger que por la empatía con los personajes. Una buena novela contada desde la perspectiva de la población civil alemana que padeció todos los males, pero no impecable. |
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